domingo, 20 de julio de 2014

Sueño de Invierno




…abro los ojos y los vuelvo a cerrar de nuevo. Intento abrirlos, lo hago muy despacio, una luz blanca me ciega.

¿Dónde estoy? Me pongo la mano sobre los ojos a modo de visera y miro a mi alrededor… ¡ estoy rodeada de nieve por todas partes ! Intento hacer memoria y no recuerdo cómo he llegado hasta aquí ; me miro de arriba a abajo y me doy cuenta de que estoy vestida con ropa de nieve, botas y orejeras, todo de un precioso azul cielo. Vuelvo a mirar a mi alrededor y por fin caigo en la cuenta. ¡ Ya sé dónde estoy !… en Amlach, un pueblecito de Austria del que ayer vi fotografías en casa de unos amigos. Estoy en el valle rodeada por los Montes Dolomitas y naturalmente… ¡ esto es un sueño !

Busco con la mirada esperando ver a alguien, oigo pasos en la nieve, todavía suenan algo lejos, me doy la vuelta y mi corazón se desboca… ahí está El, arrastrando un trineo, todo de blanco, tan hermoso, radiante… Se acerca a mí y me sonríe , de pronto ya no veo todo tan blanco, su mirada tan dulce y transparente le ha dado a todo un ligero matiz azul.

Me coge de la mano y me dejo llevar, vamos por un camino precioso bordeado de árboles nevados, solo veo nieve, nieve y sus ojos… Nos paramos en lo alto de una colina pequeña y adivino en su mirada lo que quiere.
Nos subimos en el trineo, me abrazo fuerte a su cintura y empieza el descenso, nos reímos y nuestra risa baña las montañas de alegría .

Terminamos rodando por la nieve muertos de risa, nos quedamos tumbados agarrados de la mano y su mirada vuelve a cortarme la respiración. En ese momento pienso que no me importaría quedarme congelada, clavada en sus ojos azules como el cielo, tan cálidos, tan dulces… y que nos encontraran dentro de dos mil años.

Sonríe y tira de mi mano, me levanto de mala gana, quiero quedarme ahí para siempre. Seguimos caminando agarrados de la mano y por primera vez me doy cuenta de que no llevamos guantes, pero nuestras manos están calientes.

Esta vez subimos mucho más arriba, hay una pendiente tan pronunciada que da miedo; nos sentamos en el trineo y apenas puedo respirar, me aprieto contra su espalda todo lo que puedo, no oigo otra cosa que mi corazón latiendo con toda su fuerza. El se da la vuelta, sujeta mi cara con sus manos, me mira con dulzura y me da un beso muy fuerte, como si fuera una despedida. 
En ese mismo instante tengo la absoluta seguridad de que me tiraría desde las Cataratas de Iguazú si él estuviera a mi lado… sonríe y yo suspiro… me acaricia las manos que rodean su cintura y yo me aprieto contra su espalda hasta meterme casi dentro de él… cierro los ojos.

Su risa y la nieve salpicándonos me indica que ya estamos volando… esta vez conseguimos parar sin caernos, me tiemblan las piernas y me abrazo de nuevo a él. Me quita la nieve del pelo y me besa suavemente, con ternura, en la frente y en los ojos. Me invade un sentimiento tan profundo que casi no puedo soportarlo.
Así llegamos hasta una casa grande de piedra con ventanas de madera que él parece conocer. Entramos, hace mucho calor, nos quitamos la ropa de abrigo y nos quedamos en camiseta.
Hay una chimenea encendida, me conduce hasta allí, nos sentamos en una alfombra muy suave; me siento delante de él apoyando mi espalda en su pecho y me rodea con sus brazos. Nos quedamos así mucho rato… no quiero moverme pero levanto mi mano y acaricio su rostro, noto que tiene los ojos cerrados pero al rozar sus labios besa las puntas de mis dedos suavemente, no está dormido.

Me deslizo un poco para poner mi cabeza en su pecho y escuchar su corazón que late acompasado y suave como una melodía y no como el potro desbocado que llevo dentro. 
Cierro los ojos y me acurruco contra su cuerpo todo lo que puedo. No quiero despertar nunca pero él pronto se remueve inquieto.

Me incorporo y le miro… y su mirada dulce y juguetona me da la respuesta.


Maribel

 Marzo 2011…..Y ya estaba esperándote  

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